En el pasado verano presenciamos absortos las maniobras del Sr. Griñán para aupar al altar más elevado del poder institucional de la Junta de Andalucía a Susana Díaz, de quien no hay por qué negar su solvencia, pero sí el procedimiento utilizado para proclamarla candidata a la presidencia de la Comunidad Autónoma. A ningún observador avizor se le pasó reparar en las prisas utilizadas para ello y las trabas impuestas a otros candidatos, evitando toda posibilidad de debate democrático interno.
No menos dosis de estupor produjeron las maniobras que siguieron para situar a Griñán y sus adláteres (Mar Moreno y Mario Jiménez) en sendos y cómodos asientos en el Senado de España a fin de mantenerlos bien acunados y lejos del amenazante ambiente judicial (¿para ellos?) que socava las cloacas del mal hacer democrático en las instituciones públicas andaluzas ya no sabemos bien desde cuándo.
No menos dosis de estupor produjeron las maniobras que siguieron para situar a Griñán y sus adláteres (Mar Moreno y Mario Jiménez) en sendos y cómodos asientos en el Senado de España a fin de mantenerlos bien acunados y lejos del amenazante ambiente judicial (¿para ellos?) que socava las cloacas del mal hacer democrático en las instituciones públicas andaluzas ya no sabemos bien desde cuándo.
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