jueves, 14 de agosto de 2014

Todo un plan de largo alcance

El efecto neto de las políticas estipuladas por el Consenso de Washington ha sido favorecer a la minoría a expensas de la mayoría, a los ricos a expensas de los pobres.
El malestar en la globalización (Joseph E. Stiglitz)

John Williamson es un controvertido profesor y economista británico, con importante currículo profesional y docente. Trabajó  del Departamento del Tesoro británico (1968-70), en el FMI (1972-74) y el Banco Mundial (1996-99). En 1989 fue quien acuñó el término Consenso de Washington, en un documento de diez puntos donde se diseñaron un paquete de reformas para los países en desarrollo azotados por la crisis bajo la órbita de EE.UU., especialmente los latinoamericanos. Posteriormente estas políticas se generalizarían a todos los países del mundo. 


El Consenso de Washington establecía tres grandes prioridades en línea con las corrientes neoconservadoras y neoliberales surgidas de la Escuela de Economía de Chicago a mediados del siglo XX: en primer lugar, se trataría de canalizar el mayor volumen posible de recursos disponibles en los estados hacia la actividad privada; en segundo lugar, establecer el mayor grado de libertad de movimientos en los mercados eliminando las normas sobre su control; y abrir lo máximo posible la economía a los mercados exteriores.

El precedente de estas nuevas tendencias de la política económica mundial, los hallamos en las políticas restrictivas centradas en la lucha contra la inflación y el déficit público que como reacción a la crisis de los años 70 se pusieron en práctica en Estados Unidos (Ronald Reagan) y Gran Bretaña (Margaret Thatcher), donde se impulsaron procesos de liberalización económica a costa del desmantelamiento sistemático del Estado del Bienestar.


Todas estas políticas neoconservadoras establecían un objetivo prioritario: la lucha contra la inflación, mediante el aumento de los tipos de interés con la consecuente disminución de la actividad productiva, al encarecerse el crédito. El coste social sería inmediato: aumento del paro y bajada de salarios. Todo ello condujo a un mayor endeudamiento de trabajadores y pequeñas y medianas empresas, que tenían que recurrir a créditos más caros que favorecían a las entidades financieras que los prestaban. La consecuencia de este plan sería: los ricos serían más ricos y más pobres todos los demás. Dicho de otro modo, el resultado de este plan económico conduciría a una transferencia y redistribución de las rentas en favor de los más poderosos y el sometimiento del poder político al poder financiero.

Los brazos ejecutores de este maquiavélico plan a nivel mundial serían el FMI y el Banco Mundial, nacidos de los Acuerdos de Bretton Woods, conferencia celebrada en New Hampshire, EE.UU. (1944), donde se establecieron las reglas para las relaciones comerciales y financieras entre los países más industrializados del mundo liderados, naturalmente, por EE.UU. La intervención de estos organismos pretendía reducir el riesgo de colapso del sistema financiero internacional por medio de la oferta de financiación a los países deudores condicionada a la aplicación de medidas de política económica con durísimos programas de ajuste estructural

La mayor parte de los países del Sur, primeramente latinoamericanos y posteriormente africanos y asiáticos, se vieron obligados a recurrir a la financiación externa de dichas instituciones financieras lo que se tradujo en la imposición generalizada de severas reformas estructurales y profundas políticas de austeridad en estos países, sobre todo durante las décadas de los ochenta y noventa. Estas medidas se ampliaron a los países del Este de Europa y de las antiguas repúblicas soviéticas que se vieron envueltos en las políticas neoliberales que ya afectaban a la gran mayoría de las economías del mundo.


En su versión más actual, quien viene aplicando la ejecución de todas estas políticas neoliberales en la Europa de los últimos tiempos es la conocida como Troika comunitaria: Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y, como no, el Fondo Monetario Internacional (FMI).  Han reeditado las fórmulas del Consenso de Washington presentando  paquetes de medidas de disminución drástica del déficit, reducción del sector público mediante la privatización de servicios esenciales y de sus empresas, y todo ello con un feroz ataque a los derechos laborales y sociales de la ciudadanía.

Las dificultades de algunos países de la zona euro para refinanciar su deuda pública sin la asistencia de terceros ha llevado desde 2009 a la imposición de durísimas mediadas en GreciaIrlanda, Portugal y España a cambio del rescate de sus bancos y otras ayudas financieras. Drásticos planes de reducción del gasto público que han producido un notable retroceso en las condiciones de vida de la ciudadanía en general. Como sentenció el Premio Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz: “Queda crecientemente claro no sólo para los ciudadanos corrientes sino también para los que elaboran políticas, y no sólo en los países en desarrollo sino también en los desarrollados, que la globalización tal como ha sido puesta en práctica no ha conseguido lo que sus partidarios prometieron que lograría... ni lo que puede ni debe lograr. En algunos casos ni siquiera ha generado crecimiento, y cuando lo ha hecho, no ha proporcionado beneficios a todos” (El malestar en la globalización, 2002).

Todo un plan de largo alcance que sacralizaba los mercados, deshumanizado y alejado de todo principio ético, incompatible con los principios que inspiraron el Estado del Bienestar, al que tratan de aniquilar sin piedad negando la esperanza de futuro a generaciones enteras de todo el mundo. Ahora las víctimas no son sólo los países del Tercer Mundo o en vías de desarrollo, sino que la voracidad de los mercados ha roto todas las fronteras.

Bien sabían ellos, nuestros brillantes dirigentes del PP, lo que nos esperaba. Recuerden, si no, las revelaciones de la diputada de Coalición Canaria, Ana Oramas, a quien en 2010, espetó el ministro Montoro en el Congreso de los Diputados: “Que caiga España, que ya la levantaremos nosotros”. ¡Y cómo!

A.J.G.G.

2 comentarios:

  1. un excelente informe,aca ya lo vivimos en la decada de los 70,80 y 90,saltando todo por el aire cuando estallo estallo la gran crisis del 2001,recordada aun por millones de argentinos y en otras partes del mundo,hay que llevar cuidado con estas politicas neoliberales que dejan a los pueblos sumergidos en la miseria total y donde siempre salen veneficiados los mismos de siempre.
    felicitaciones por este informe,un abrazo grande.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias. Se de lo que me habla en Latinoamérica. Ahora han venido a por Europa y será difícil pararlos, pero aquí estamos ayudando al conocimiento que tal vez sea la única arma eficaz que nos queda para desenmascararlos. Saludos.

      Eliminar