lunes, 13 de enero de 2014

Por un Martos mejor... y un país mejor

Siempre he llevado con orgullo haber llegado al mundo en el mar de olivos de Martos que, para quien no lo sepa, es, sí, un bonito pueblo de la campiña sur giennense, donde sus calles y callejones se abrazan retorcidos, y cada vez más ignorados, al enorme monolito de su escarpada Peña. Este paisaje le ha proporcionado esa aureola de misterio que ha alimentado leyendas e historias sublimes, que durante siglos han recreado una legítima exaltación chovinista de la que siempre me he sentido partícipe como buen marteño.

Como tantos de sus más veteranos oriundos abandoné mi residencia allí con la convicción de hallar más oportunidades para mi vida. Nunca he olvidado como la emigración, desde que yo recuerdo, se cebó inmisericorde con mis paisanos, porque el mar de olivos llenaba las redes de unos pocos y, a la vez, obligaba a muchos al desarraigo.


Martos ha sido, durante décadas, el escenario de mis experiencias y de mis sueños más atávicos, primero como protagonista despierto, luego, como soñador incontenido en la distancia. ¡Oh mis amigos, mi colegio, mis juegos, mis aventuras infantiles, mis primeras transgresiones, mi pubertad, mis jóvenes padres, mi barrio, mi primer trabajo…! ¡Oh sus ferias, su Semana Santa, sus romerías, sus caminos, su campo de fútbol, sus cines mágicos, sus calles angostas, sus personajes populares…!

Siempre permanecí atado por un delgado hilo de amistad a mi pueblo. Cuando pude aproveche para volver en visitas fugaces que me proporcionaron instantes inmensamente evocadores. Gracias a la magia de las redes sociales, he podido recuperar la cercanía a todo aquello que la fuerza del paso del tiempo había difuminado. ¡Ay que emocionante resulta ese ya inmenso álbum  fotográfico que mis paisanos se encargan de agrandar día a día en Facebook!

El otro día recibí, a través de Internet, una invitación de un viejo amigo para participar en un bella idea: proponer iniciativas Por un Martos mejor. Me ha sorprendido que sólo en unos días hayan aparecido decenas de propuestas y de participantes en el foro. Ello me indica que mi pueblo no está tan dormido, como se pudiera creer, y felicito a mis paisanos por ello.

Desde el humilde reconocimiento de mi desconocimiento sobre la realidad cotidiana marteña, no sé cómo contribuir a ese largo memorial de agravios y deseos que ellos están redactando día a día. Pero estoy seguro de que mi pueblo, también, es víctima del desconcierto colectivo que asola al Estado en estos tiempos de barbarie. Se acabó el gran sueño que mitigó a lo largo de casi cuatro décadas lo más oscuro del pasado de nuestro pueblo y de nuestro país.

¿Y eso como lo resolvemos? Bien es verdad que diagnosticar los problemas es un gran paso, pero también lo es buscar el origen de los mismos. ¿Será necesario dar pasos democráticos que lleguen un poco más lejos que plantear un largo desiderátum? ¿Qué podemos hacer la ciudadanía?

Estoy convencido que ha llegado la hora de tomar decisiones individuales y colectivas, tenemos que abandonar el rebaño y transformarnos en ciudadanos participativos. La protesta desde la consola del PC ya no es suficiente. Hay que hacer visible la presencia ciudadana en las instituciones para recuperar la salud de la democracia, hay que ser intrépidos en nuestras exigencias para molestar suficientemente a los responsables políticos que estén acomodados, hay que exigir responsabilidades en los foros pertinentes y en las urnas, hacer pedagogía de forma incesante, informarnos para formarnos.

Es el gran reto para mi pueblo y para todos los pueblos frente a la obscenidad de ese término que han venido a llamar globalización. No conformarnos con lo que nos dicen, movilizar nuestra inteligencia para descubrir la injusticia y hallar alternativas decentes resultará finalmente muy gratificante. Hay que llevar la denuncia más allá y hacernos presentes. Demostrar que existimos

Con solo pedir corremos el riesgo de recibir respuestas frustrantes. Por eso mi propuesta es más generalista que la de otros paisanos: incorporar al foro la reflexión sobre las realidades que observamos y proponer mecanismos participativos que conduzcan a cambios verdaderos. Y estos mecanismos tienen que conducir a mayor educación democrática, mayor implicación individual, mayor formación, más acción ciudadana, más exigencia de transparencia, denuncia abierta de la opacidad y de la corrupción, en suma, caminar hacia una verdadera democracia participativa.

Me dirá alguno, querido amigo, que para eso están las organizaciones políticas, pero, para ello, éstas me tendrán que demostrar su auténtica voluntad de regeneración, que yo particularmente no veo. 

A.J.G.G.

2 comentarios:

  1. Creo que era Tolstoi el que decía "Escribe tu aldea y escribirás el mubndo". Eso hace tú con tu Martos, tan vecino y tan en mi memoria.
    Os deseo mucha suerte con esas propuestas: que no haya ninguna descabellada ni el foro se convierta en la feria de las vanidades.

    Un abrazo,

    AG

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